conducta antisocial

Las teoría de la conducta antisocial en distintos ámbitos sociales , desde el entorno escolar hasta el espacio urbano.

Planteamiento del problema

En los últimos años, la creciente presencia de comportamientos antisociales, ha puesto en evidencia la necesidad de repensar los modelos tradicionales de intervención criminológica. La criminalidad ya no puede comprenderse únicamente desde el acto delictivo consolidado, sino desde sus fases previas: los indicios, las desviaciones menores y las formas latentes de transgresión que, sin ser tipificadas penalmente, constituyen señales de alerta dentro de una trayectoria criminógena potencial.

Relevancia criminológica y social

Abordar la conducta antisocial como fenómeno previo y predictor de la acción delictiva permite desarrollar herramientas más eficaces de prevención y evaluación. En contextos marcados por la desigualdad económica, la desconfianza institucional y la normalización de la transgresión, resulta urgente entender cómo y por qué ciertas formas de conducta antisocial se perpetúan, se escalan y terminan configurando patrones criminales. Esta perspectiva representa un cambio de paradigma en la criminología contemporánea, ampliando su campo de análisis e intervención.

Presentación de la hipótesis central

La presente teoría parte de la hipótesis de que la conducta antisocial se ve influenciada por la interacción entre cohesión social y desigualdad económica, y que la intervención temprana sobre manifestaciones antisociales incipientes puede reducir significativamente la probabilidad de progresión criminógena, fortaleciendo al mismo tiempo los mecanismos sociales de inhibición normativa.

Objetivos del artículo

Este artículo tiene como objetivo principal exponer y analizar los fundamentos de la Teoría de la Conducta Antisocial desde un enfoque criminológico actualizado, centrado en tres principios clave: el Umbral de Tolerancia Social, la Influencia Ambiental y el Refuerzo Negativo. Asimismo, se pretende:

  • Explorar la relación entre factores estructurales y persistencia de la conducta antisocial.

  • Presentar modelos de evaluación e intervención aplicables en contextos sociales concretos.

  • Proponer estrategias preventivas basadas en la transformación del entorno y en la inhibición temprana de la transgresión.

Contenidos

Fundamentos Teóricos de la Conducta Antisocial

Paradigma de la Conducta Antisocial

La Teoría de la Conducta Antisocial se basa en un paradigma que interpreta la transgresión normativa no como un fenómeno aislado, sino como el primer estadio en una posible evolución hacia la criminalidad. Este enfoque entiende la conducta antisocial como un indicador precoz de riesgo criminógeno, observable incluso en manifestaciones leves o no tipificadas legalmente.

Este paradigma rompe con la visión tradicional que centra el análisis exclusivamente en el acto delictivo consumado y propone una perspectiva procesual y dinámica, donde la conducta antisocial se configura como una fase inicial que puede derivar en patrones delictivos consolidados si no se interviene de manera oportuna.

Además, este enfoque reconoce que la conducta antisocial no surge únicamente del individuo, sino de su constante interacción con el entorno social, institucional y estructural, donde determinadas condiciones pueden facilitar su aparición, permanencia y escalamiento.

Preeminencia e Interacción Criminógena

La teoría propone dos principios articuladores del análisis criminológico contemporáneo: la Preeminencia Criminógena y la Interacción Criminógena.

Preeminencia Criminógena:
Este concepto sostiene que la conducta antisocial debe ser atendida con prioridad debido a su valor predictivo respecto a conductas delictivas posteriores. Se establece, por tanto, un nuevo foco de atención preventiva en las acciones subnormativas, entendidas como señales de alerta que preceden la consolidación de trayectorias criminales.

Interacción Criminógena:
Hace referencia a la constante interrelación entre el sujeto con potencial criminógeno y el entorno que lo rodea. Esta interacción puede ser facilitadora o inhibidora de la conducta delictiva. No basta con estudiar al sujeto aislado, sino que se debe observar cómo su medio social, cultural y económico configura las condiciones para la aparición o mantenimiento de comportamientos antisociales.

Ambos principios destacan la importancia de intervenir antes de que el delito se manifieste en su forma penal, permitiendo políticas públicas más efectivas y estrategias sociales centradas en la prevención estructural.

Ampliación del objeto criminológico: predelincuencia y subnormatividad

La Teoría de la Conducta Antisocial plantea una necesaria redefinición del objeto de estudio de la criminología, ampliando su alcance a fenómenos que tradicionalmente quedaban fuera del análisis académico y jurídico.

Se introduce así el concepto de predelincuencia, referido a conductas que, si bien no constituyen delitos tipificados, presentan rasgos de transgresión reiterada o desajuste social que pueden anticipar una deriva criminal. Igualmente, se incorpora la subnormatividad, que alude a comportamientos que desafían las normas sociales o éticas sin llegar a violar leyes formales.

Ambos conceptos permiten el desarrollo de herramientas de evaluación e intervención temprana, orientadas a diagnosticar y tratar factores de riesgo antes de que la conducta antisocial evolucione. Se destaca el uso de indicadores cuantitativos, como el Índice VTS, aplicables en contextos educativos, comunitarios o familiares, con el fin de anticipar y prevenir la progresión criminógena.

Principios Criminológicos de la Teoría de la Conducta Antisocial

Principio del Umbral de Tolerancia Social

El Principio del Umbral de Tolerancia Social es uno de los pilares de la Criminología de la Conducta Antisocial, ya que permite comprender cómo determinadas conductas transgresoras se consolidan o se inhiben según el nivel de aceptación que reciben por parte de la comunidad. Este principio articula la dimensión cultural, estructural y normativa de la conducta antisocial, y explica por qué ciertos comportamientos logran normalizarse en unos contextos mientras son sancionados en otros.

Definición y funcionamiento


El Umbral de Tolerancia Social se define como el grado de aceptación o permisividad que una comunidad manifiesta frente a determinadas conductas antisociales. Cuanto mayor es ese umbral, más probabilidades existen de que la conducta se mantenga y evolucione hacia formas más graves de transgresión.

Este umbral actúa como un filtro social o normativo, que determina si una conducta es ignorada, tolerada, sancionada o incluso legitimada. Desde una perspectiva criminológica, no se trata solo de la legalidad formal, sino del modo en que la sociedad interpreta, valora y reacciona ante la conducta transgresora.

Factores que elevan o disminuyen el umbral


Existen múltiples factores que inciden en la elevación o disminución del umbral de tolerancia social:

  • Normalización cultural de la transgresión: Cuando ciertos actos se perciben como parte de la “vida cotidiana”, pierden carga negativa.
    Ejemplo: evasión fiscal en entornos donde es vista como algo común.

  • Grado de sanción o impunidad: La falta de respuestas, tanto formales (judiciales) como informales (rechazo social), refuerza la idea de que el comportamiento es aceptable.
    Ejemplo: vandalismo tolerado en zonas sin presencia policial.

  • Factores estructurales y percepción de justicia: En contextos de desigualdad y desconfianza institucional, la conducta antisocial puede interpretarse como legítima o necesaria.
    Ejemplo: informalidad laboral como estrategia de supervivencia.

Relación con la escalabilidad criminógena


Este principio se vincula estrechamente con la escalabilidad criminógena, es decir, la tendencia de una conducta a intensificarse en ausencia de control.

  • Si el umbral es alto, la conducta antisocial se reproduce sin oposición, adquiriendo progresivamente formas más graves.

  • Si el umbral es bajo, se activa un proceso de criminocontrol que dificulta su expansión.

Así, la tolerancia social actúa como termómetro y motor de evolución criminal, siendo un factor decisivo para entender por qué algunas conductas se cronifican.

 Hipótesis derivada


A partir de este principio, se formula la siguiente hipótesis:

«La conducta antisocial se ve influenciada por la interacción entre cohesión social y desigualdad económica; en contextos de alta exclusión y baja sanción social, el umbral de tolerancia favorece la permanencia y expansión de la transgresión criminógena.»

Esta hipótesis plantea que el umbral no es homogéneo en todas las sociedades ni momentos históricos, sino que depende de factores estructurales y culturales que condicionan la percepción social de la transgresión.

 Implicaciones para la prevención


El entendimiento del umbral de tolerancia social permite diseñar estrategias de prevención más contextualizadas:

  • Aplicar campañas de desnormalización de conductas antisociales en entornos donde están culturalmente aceptadas.

  • Fortalecer la respuesta institucional y comunitaria frente a las primeras manifestaciones antisociales.

  • Promover la educación ética y cívica para reforzar valores prosociales y disminuir la tolerancia a la transgresión.

Estas acciones deben tener en cuenta la diversidad social y territorial, adaptándose a los niveles de tolerancia y percepción del riesgo criminógeno propios de cada comunidad.

Principio de la Influencia Ambiental

El Principio de la Influencia Ambiental sostiene que la conducta antisocial no emerge en el vacío ni es exclusivamente el resultado de características individuales. Al contrario, se trata de una respuesta adaptativa del sujeto criminógeno a las condiciones del entorno en el que vive. Desde esta perspectiva, el ambiente —entendido en sus dimensiones física, social y económica— actúa como un factor activo que puede favorecer, contener o transformar la trayectoria criminógena.

 Definición y alcance


Este principio establece que el entorno no solo proporciona las oportunidades materiales para la transgresión, sino que también configura el marco simbólico a través del cual los sujetos interpretan y justifican sus actos. Un entorno deteriorado, desigual o permisivo puede reducir las barreras morales y sociales que inhiben la conducta antisocial, mientras que un entorno estructurado y vigilado tiende a limitar su desarrollo.

Su alcance se extiende desde el diseño urbanístico hasta las dinámicas culturales y económicas locales, abarcando tanto factores visibles como percepciones subjetivas del riesgo y la justicia.

Factores urbanísticos, sociales y económicos


El impacto del entorno se manifiesta en tres grandes dimensiones:

  • Factores urbanísticos y espaciales
    • Falta de iluminación, abandono de espacios públicos y ausencia de vigilancia generan sensación de impunidad.
    Ejemplo: la Teoría de las Ventanas Rotas (Wilson y Kelling, 1982) destaca cómo el desorden físico incita al delito al percibirse como falta de control social.

  • Factores sociales y culturales
    • Normas comunitarias que toleran o legitiman la transgresión refuerzan la conducta antisocial.
    Ejemplo: en entornos donde la corrupción o el machismo están normalizados, se reduce la condena social frente a estas conductas.

  • Factores económicos y laborales
    • Desempleo, precariedad e informalidad generan presión estructural sobre el individuo, empujándolo hacia soluciones ilegítimas.
    Ejemplo: la Teoría de la Anomia (Merton, 1938) señala que la discrepancia entre metas sociales y medios legítimos favorece la desviación.

 Relación entre entorno y permanencia de la conducta


La influencia ambiental no solo explica la aparición de la conducta antisocial, sino también su persistencia y progresión.

  • Cuando el entorno legitima o no sanciona la transgresión, el individuo percibe el crimen como una opción viable y de bajo riesgo.

  • Por el contrario, si el entorno promueve valores prosociales, provee oportunidades legítimas y establece límites claros, actúa como un factor inhibidor de la criminalidad.

El entorno funciona así como regulador criminógeno, generando incentivos o barreras para la conducta antisocial.

Hipótesis derivada
Desde este principio, se plantea la siguiente hipótesis:

«La conducta antisocial se ve influenciada por el entorno físico, social y económico; en contextos de alta exclusión social y ausencia de criminocontrol, la transgresión criminógena se percibe como una alternativa viable y legítima.»

Esta hipótesis subraya que la criminalidad no debe entenderse únicamente como un fallo individual, sino como un síntoma de desajustes ambientales profundos que deben ser abordados desde una perspectiva integral.

 Estrategias de intervención ambiental


Las políticas de prevención basadas en este principio deben enfocarse en modificar las condiciones que facilitan la acción criminógena, actuando sobre el entorno más que sobre el individuo de forma aislada. Algunas estrategias eficaces incluyen:

  • Intervención urbanística
    • Mejora del diseño urbano, iluminación, limpieza y presencia institucional en zonas de riesgo.
    Ejemplo: urbanismo preventivo y recuperación de espacios públicos.

  • Transformación cultural y normativa
    • Campañas de concienciación para deslegitimar prácticas antisociales aceptadas.
    Ejemplo: educación ética en contextos con alta tolerancia a la corrupción o violencia.

  • Fortalecimiento de oportunidades económicas y sociales
    • Programas de inserción laboral, formación profesional y acceso equitativo a servicios públicos.
    Ejemplo: alternativas legítimas de progreso en barrios vulnerables.

Estas estrategias deben diseñarse con enfoque territorial y participativo, asegurando que las comunidades sean protagonistas en la transformación de su propio entorno.

Principio del Refuerzo Negativo

El Principio del Refuerzo Negativo es fundamental para comprender cómo ciertas conductas antisociales y criminales se mantienen en el tiempo sin necesidad de incentivos externos positivos. En lugar de recompensas, el refuerzo negativo opera mediante la eliminación o evitación de experiencias desagradables, lo que fortalece la probabilidad de que una conducta vuelva a repetirse.

 Conceptualización


En términos conductuales, el refuerzo negativo consiste en el aumento de la frecuencia de una conducta porque permite evitar o escapar de una situación aversiva. A diferencia del refuerzo positivo —que añade una recompensa— el refuerzo negativo elimina una amenaza, presión o malestar.

Aplicado a la criminología, este principio indica que la conducta antisocial puede consolidarse no por el beneficio obtenido, sino porque permite eludir sanciones, responsabilidades, conflictos o malestar psicológico. En este contexto, el delito se convierte en un mecanismo de afrontamiento disfuncional, pero funcional para el sujeto en su entorno inmediato.

Aplicación al aprendizaje criminal


El aprendizaje criminal influenciado por el refuerzo negativo puede observarse en múltiples trayectorias antisociales:

  • Un joven que comete actos delictivos para escapar de un entorno familiar conflictivo. La conducta antisocial le proporciona un espacio de autonomía o pertenencia que le permite evitar presiones emocionales.

  • Una persona que delinque para evitar una necesidad básica no cubierta (hambre, deuda, acoso), y que al cometer el delito suprime temporalmente ese malestar.

En ambos casos, el comportamiento se refuerza por la reducción del sufrimiento y no necesariamente por obtener una recompensa externa. Esto explica por qué algunas trayectorias criminales persisten incluso en ausencia de beneficios materiales significativos.

Diferencias con otras teorías criminológicas


Este principio se diferencia claramente de otras aproximaciones criminológicas:

  • Teorías del Aprendizaje Criminal (Sutherland, Akers, Skinner): se centran en el refuerzo positivo (la ganancia obtenida por delinquir). El refuerzo negativo, en cambio, explica cómo la evitación del malestar también refuerza la conducta.

  • Teoría del Etiquetado (Becker, Lemert): analiza cómo la estigmatización produce la identidad desviada. El refuerzo negativo enfoca la continuidad delictiva en la percepción de impunidad o evitación de consecuencias negativas.

  • Teoría del Control Social (Hirschi): plantea que la debilidad de los vínculos sociales permite el delito. El refuerzo negativo sugiere que incluso con vínculos débiles, el sujeto puede persistir en la conducta si esta le permite evitar presiones o sanciones.

Ejemplos prácticos


Los ejemplos concretos ayudan a visualizar cómo actúa este principio:

  • Violencia defensiva: una persona acosada recurre a la agresión como única vía para evitar la humillación. La agresión se refuerza porque elimina la amenaza.

  • Delincuencia juvenil: jóvenes que roban o consumen drogas para escapar de la presión académica o familiar, experimentando un alivio momentáneo.

  • Fraude sin sanción: un individuo comete fraude financiero y al no recibir castigo, interpreta que puede seguir actuando sin consecuencias. La impunidad actúa como refuerzo negativo.

Hipótesis derivada y conclusión preventiva


De este principio se deriva la siguiente hipótesis criminológica:

«La permanencia y progresión de la conducta criminógena no solo depende de la obtención de beneficios directos, sino también de la eliminación de factores disuasorios. Cuando un individuo logra evitar sanciones, escapar de la autoridad o minimizar el riesgo percibido, la probabilidad de reincidencia y escalabilidad del crimen aumenta.»

Desde esta perspectiva, la impunidad, el miedo evitado y el conflicto no resuelto son motores silenciosos del comportamiento antisocial.

Las estrategias de prevención deben entonces:

  • Identificar los factores aversivos que el sujeto trata de evitar con su conducta antisocial.

  • Ofrecer alternativas adaptativas que permitan gestionar el malestar sin recurrir al delito.

  • Romper la asociación entre impunidad y alivio, fortaleciendo sistemas de control formal e informal que sean percibidos como legítimos y consistentes.

Hipótesis Integradora de la Teoría

Interacción entre cohesión social, desigualdad económica y criminogénesis

La Teoría de la Conducta Antisocial propone una hipótesis integradora que articula los tres principios fundamentales analizados (Umbral de Tolerancia Social, Influencia Ambiental y Refuerzo Negativo) en una lógica común: la conducta antisocial se consolida cuando existen fallos estructurales que impiden el desarrollo de una cohesión social efectiva y fomentan la desigualdad como factor criminógeno.

Desde esta perspectiva, la criminogénesis no se reduce a una elección individual, sino que es el resultado de una interacción entre estructuras de exclusión social, ausencia de normas compartidas y entornos permisivos o disfuncionales. La hipótesis central puede resumirse así:

«La conducta antisocial se ve influenciada por la interacción entre cohesión social y desigualdad económica; en contextos de alta exclusión y baja sanción social, el umbral de tolerancia favorece la permanencia y expansión de la transgresión criminógena.»

Este enfoque permite entender la criminalidad como una consecuencia lógica —aunque no inevitable— de fracturas sociales que reducen las oportunidades legítimas de integración y facilitan la normalización de la transgresión.

Aplicación práctica en contextos de exclusión y descontrol social

La hipótesis integradora adquiere especial relevancia en contextos donde confluyen múltiples factores de riesgo: exclusión económica, falta de oportunidades, desconfianza institucional y tolerancia comunitaria hacia la transgresión. En estos escenarios, la conducta antisocial no solo aparece, sino que se sostiene en el tiempo, escalando a formas más graves de criminalidad.

Algunos ejemplos prácticos de aplicación de esta hipótesis son:

  • Zonas urbanas marginales donde el desempleo, la segregación espacial y la falta de vigilancia generan un clima criminógeno.

  • Entornos escolares con ausencia de normas claras y poca intervención preventiva, en los que los jóvenes reproducen conductas antisociales como estrategia de adaptación o resistencia.

  • Comunidades con alta percepción de injusticia, donde la acción delictiva se percibe como legítima o como única vía para acceder a recursos o reconocimiento.

En estos casos, la intervención temprana, la restauración de la cohesión social y la reducción de la desigualdad estructural se convierten en ejes centrales de cualquier estrategia de prevención criminológica basada en esta teoría.

Modelos de Evaluación y Prevención Temprana

Detección anticipada de la conducta antisocial

La Teoría de la Conducta Antisocial apuesta por un enfoque preventivo basado en la identificación temprana de señales subnormativas y predelictivas, antes de que estas deriven en comportamientos delictivos tipificados.

La detección anticipada implica reconocer indicadores conductuales, emocionales y contextuales que, aunque no configuren delitos, revelan una progresiva desadaptación normativa. Algunos de estos signos pueden incluir:

  • Actitudes de desafío a la autoridad.

  • Comportamientos agresivos o disruptivos persistentes.

  • Rechazo sistemático a normas básicas de convivencia.

  • Asociación con grupos de riesgo o referentes antisociales.

  • Expresiones verbales o simbólicas de legitimación del delito.

Esta aproximación no busca criminalizar la diferencia, sino anticiparse a la progresión criminógena mediante herramientas de evaluación precisas y contextualmente adaptadas.

Índices aplicables (como el Índice VTS)

Modelos de Evaluación y Prevención Temprana

Detección anticipada de la conducta antisocial

La Teoría de la Conducta Antisocial propone una intervención criminológica basada en la anticipación: identificar, valorar e intervenir en etapas previas a la consolidación criminógena. Para ello, se requiere una herramienta que permita medir no solo la conducta observable, sino también la predisposición volitiva y cognitiva al delito.

En este marco se introducen dos niveles evaluativos complementarios:

  • El Índice de Predisposición Crimiática (IPC) como herramienta basal.

  • El Índice de Voluntas Tiesocialis (VTS) como instrumento matriz.

Índice de Predisposición Crimiática (IPC): punto de partida volitivo

El IPC permite valorar la activación inicial del sujeto frente a la transgresión, sin que aún exista una conducta criminógena consolidada. Este índice mide:

  • Intencionalidad (I): el deseo o inclinación consciente hacia la transgresión.

  • Evaluación (E): la justificación interna o aceptación moral del acto antisocial o criminógeno.

Fórmula base:
IPC = (I × θ₁) + (E × θ₂)

Donde:

  • I y E se puntúan en escala de 0 a 10.

  • θ₁ y θ₂ son coeficientes de ponderación adaptables al contexto social, edad, historial, etc.

El IPC no predice la criminalidad por sí solo, pero permite detectar estados latentes de riesgo volitivo que, combinados con factores estructurales, pueden derivar en criminogénesis.

Índice de Voluntas Tiesocialis (VTS): herramienta matriz de diagnóstico criminógeno

Una vez evaluado el nivel volitivo y cognitivo del sujeto, el VTS permite valorar el grado total de predisposición criminógena, considerando el contexto biopsicosocial completo.

Definición y objetivo:

El VTS mide la disposición de un individuo o grupo hacia la transgresión criminógena, desde la conducta antisocial hasta la criminodinámica, en función de factores sociales, psicológicos y normativos.

Fórmula general:
VTS = S·α + E·β + P·γ + J·δ

Donde:

  • S: Indicador de cohesión social (nivel exclusión, participación ciudadana , percepción de seguridad)

  • E: Indicador económico (nivel de empobrecimiento, desempleo, coeficiente de Gini)

  • P: Indicador psicológico (nivel de impulsividad, resiliencia, habilidades socioeconómicas)

  • J:Indicador ético-jurídico(nivel de respeto normativo, percepción de justicia, confianza institucional)

Y donde α, β, γ y δ son coeficientes de compensación, cuyo peso puede ajustarse en función del resultado del IPC inicial.

Interpretación:

  • Un VTS alto indica alta disposición criminógena.

  • Un VTS bajo refleja mayor alineación prosocial.

Aplicaciones y contextos de intervención

Este sistema escalonado de evaluación permite:

  • Detectar predisposición criminógena incipiente (IE)

  • Evaluar la estructura total del riesgo criminógeno (VTS)

  • Aplicarse en contextos escolares, familiares y comunitarios, con foco preventivo.

  • Diseñar estrategias diferenciadas según el nivel de riesgo y la fase del desarrollo antisocial.

Conclusiones Generales

Síntesis de los principios clave

La Teoría de la Conducta Antisocial proporciona un marco conceptual innovador que permite comprender la génesis, permanencia y evolución de la conducta criminógena desde una perspectiva preventiva, contextual y dinámica. Los tres principios desarrollados en este trabajo ofrecen herramientas analíticas y prácticas:

  • El Principio del Umbral de Tolerancia Social explica cómo la aceptación o rechazo comunitario influye directamente en la consolidación de comportamientos antisociales.

  • El Principio de la Influencia Ambiental pone el foco en la relación entre el entorno físico, social y económico, y la aparición de trayectorias delictivas.

  • El Principio del Refuerzo Negativo permite comprender por qué ciertas conductas persisten a pesar de no generar beneficios directos, al actuar como vía de escape frente al malestar o la amenaza.

Estos principios, al ser integrados, proporcionan una visión amplia y operativa del fenómeno criminógeno desde sus primeras manifestaciones.

Aportaciones a la criminología preventiva

Este modelo teórico redefine el campo de la criminología, desplazando el foco desde la represión del delito consumado hacia la prevención estructural de sus formas incipientes. Entre sus principales aportaciones se destacan:

  • La ampliación del objeto criminológico, incluyendo las conductas predelictivas y subnormativas.

  • La promoción de un enfoque multidisciplinar e interinstitucional, que integra factores psicológicos, educativos, urbanos y económicos.

  • El diseño de instrumentos de evaluación temprana, aplicables en contextos escolares, familiares y comunitarios.

Esta perspectiva refuerza la necesidad de una criminología proactiva, orientada a identificar y neutralizar factores de riesgo antes de que estos se transformen en delitos consumados.

Recomendaciones para políticas públicas y sistemas de intervención

A partir de los principios analizados, se pueden establecer algunas líneas estratégicas para las políticas públicas y los sistemas de intervención social:

  • Rediseñar los programas de prevención para que incluyan mecanismos de detección temprana de conductas subnormativas, adaptados a distintos contextos sociales y territoriales.

  • Invertir en transformación del entorno urbano y comunitario, mejorando la infraestructura, la vigilancia institucional y el acceso a servicios básicos.

  • Desarrollar campañas de sensibilización social que reduzcan la tolerancia cultural hacia prácticas antisociales y promuevan valores prosociales desde la infancia.

  • Fortalecer la coordinación intersectorial entre educación, salud mental, trabajo social, justicia y seguridad, para intervenir de forma integral y sostenida.

  • Incorporar modelos de evaluación como el Índice VTS en sistemas educativos y comunitarios, para monitorear niveles de riesgo y diseñar respuestas preventivas eficaces.

En definitiva, la teoría aquí presentada no solo permite comprender mejor los procesos criminógenos, sino que ofrece una base sólida para el diseño de políticas públicas más inteligentes, humanas y efectivas.

Bibliografía Recomendada

  • Sutherland, E. H. (1947). Principios de criminología. México: Fondo de Cultura Económica.

    Desarrolla la Teoría de la Asociación Diferencial, clave para entender el aprendizaje de la conducta criminal a través del entorno social.

  • Merton, R. K. (1938). Estructura social y anomia. En American Sociological Review, 3(5), 672-682.

    Fundamento de la Teoría de la Anomia, que explica cómo la desigualdad en el acceso a medios legítimos puede fomentar estrategias delictivas.

  • Hirschi, T. (1969). Causes of Delinquency. Berkeley: University of California Press.

    Propone la Teoría del Control Social, basada en la fortaleza de los vínculos afectivos y morales como inhibidores de la conducta delictiva.

  • Becker, H. S. (1963). Outsiders: Studies in the Sociology of Deviance. New York: Free Press.

    Referente de la Teoría del Etiquetado, que examina cómo la sociedad define la desviación y margina a los individuos etiquetados como “delincuentes”.

  • Lemert, E. (1951). Social Pathology: A Systematic Approach to the Theory of Sociopathic Behavior. New York: McGraw-Hill.

    Introduce el concepto de desviación primaria y secundaria, central en la evolución de la conducta antisocial.

  • Akers, R. L. (1998). Social Learning and Social Structure: A General Theory of Crime and Deviance. Boston: Northeastern University Press.

    Integra elementos del aprendizaje, refuerzo y estructura social para explicar la criminalidad.

  • Wilson, J. Q. & Kelling, G. L. (1982). Broken Windows: The Police and Neighborhood Safety. En The Atlantic Monthly.

    Fundadores de la Teoría de las Ventanas Rotas, esencial para comprender la relación entre el entorno urbano y el crimen.

  • Bandura, A. (1973). Aggression: A Social Learning Analysis. Englewood Cliffs: Prentice-Hall.

    Explica cómo se aprende la agresión y la conducta antisocial por observación y refuerzo.

  • Cullen, F. T. & Agnew, R. (2011). Criminological Theory: Past to Present – Essential Readings. Oxford: Oxford University Press.

    Compilación clave para conocer los principales marcos teóricos de la criminología contemporánea.

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